Viendo los comentarios en el post de La majara de la Biblioteca, y tirando de experiencia personal, parece claro que durante el embarazo andamos, en general, un tanto despistadas. Quizá no todas perdemos los papeles como yo aquel día, ejem, pero pasan cosas: No recordamos mucho de esa etapa, tenemos sueño todo el rato, a veces lloramos by the face... Muchas me habéis dicho que temíais quedaros "pallá" y que vuestras neuronas no volvieran a ser lo que eran. Y yo, ahí empática y amable, os contesté que sí que se recuperan. Lo que no comentamos es cuándo... porque una vez que el retoño is out vienen grandes cosas que no ayudan nada a la salud mental, como son: la falta de sueño, la falta de tiempo, el exceso de estrés, el exceso de cargas... Esas cosas tan bonitas que tiene la maternidad contemporánea. Viva y bravo.
Hoy el post va dedicado a nuestros cerebros de madre, pero no a sus prestaciones molonas, que las tiene, y muchas (eso lo dejo para otro post), sino a aquellos aspectosde mierda menos positivos (esos que merecerían presentar una hoja de reclamaciones, pero que como no sabemos dónde hacerlo, ni tenemos tiempo de ir, estamos como estamos... Esos).
Hoy el post va dedicado a nuestros cerebros de madre, pero no a sus prestaciones molonas, que las tiene, y muchas (eso lo dejo para otro post), sino a aquellos aspectos
- Antes de ser madre usas agenda porque te mola el rollo, porque es bonito anotar cosas ahí con rotus y bolis de colores, y poner post-it y..., y porque, vale, es verdad que alguna vez se te ha olvidado algo. Pero en realidad tienes en mente casi todas las tareas pendientes, y muchas veces no necesitas revisar la agenda para acordarte de las cositas.
- Después de ser madre o anotas tu nombre en la etiqueta de tu jersey o también se te olvida. La agenda deja de ser un complemento para convertirse en una NECESIDAD, un disco duro externo imprescindible porque tenemos la memoria petadísima (y puede que hasta con algún virus asquerosón que te deja monguer).
- Nota: este aspecto del cerebro de madre es curioso, porque es verdad que se nos olvidan muchas cosas, o que andamos como pollo sin cabeza a ratos, pero por otro lado... ¡llevamos p'alante lo más grande! Así que podría decirse que el cerebro de madre es un cerebro que selecciona la información (a veces aleatoriamente, a veces con mala baba). Por ejemplo, el lugar en el que has puesto las llaves del coche, o el mando a distancia, es un dato al parecer no almacenable. El lugar donde tu chati puso su cinturón hace dos días lo recuerdas perfectamente. Cerebro, dime por qué.
- Antes de ser madre abrías tu armario y en "tres dos uno" (o "cuatro cinco seis", depende del día) veías la combinación de ropa ideal para ese momento, como en Una Mente Maravillosa: esta camiseta con esta rebeca, el pañuelo tal y los pantalones... uy, uy, uy, ¡qué mona! Eso era magia.
- Después de ser madre esa mente es menos maravillosa, y tu culo tampoco está en su mejor momento (por el embarazo, claro, que si no hubiera sido por eso...), así que más que el prota de la peli, John Forbes Nash, pareces un gato delante de una tragaperras: ojos muy abiertos, mirando cada cosa con alucine y recelo, y lanzando la mano, de vez en cuando, para pillar, al vuelo y por azar, algún objeto. No voy a entrar en cómo creemos que nos queda la ropa tras ser madres, porque eso ya es de juzgado de guardia. Pero sí diré que ahí nuestro cerebro de madre también interviene, el muy cretinillo, jugándonos malas pasadas. I hate you a veces, my brain. Y a ti, oh culo culero... Bueno, ya hablaremos tú y yo, porque te voy a llevar a un sitio muy bonito llamado gimnasio.
- Antes de ser madre salías cuando querías (más o menos), churrabas (más o menos), bailabas (más y más) y aguantabas las horas que hicieran falta. Aquí un diálogo ficticio para ilustrar la libertad pre-madre:
- ¡Ponme otra, mamarracho!
- Es que vamos a cerrar, son las 6
- Pues dámela en un vvvvaso de plássstico y calla. ¿Dónde vamos ahora, peña?
- Después de ser madre no sales. Nada. Cero. Caca. Bueno, eso pasa sobre todo al principio, luego es verdad que una ya puede permitirse ciertos lujos, y un día, un día maravilloso, milagroso, mágico, especial, único, increíble... un día vas y quedas con tus amigos (o sales con tu churri, aunque eso ya es casi ciencia ficción). Te vistes, te pintas (o no, pero porque tú no quieres, no porque no tengas tiempo), sales, te ríes y te tomas la primera. Y entonces tu cerebro de madre, ese cachondo, se olvida de desconectar el "modo ahora eres madre, tía" y...
Ay, el cerebro de madre, amigas: un cerebro como otro cualquiera, con sus ventajas y sus inconvenientes... pero sobre todo con sueño.
Beso de cerebro de madre ZzzZzzz