Declaración impopular: Nunca he sido una fan acérrima del verano.
Es verdad que cuando de adolescente vivía en la Costa del sol (ay) los veranos sí que me molaban algo más por aquello de las vacaciones de tres meses (lloro al recordarlo) y porque el pueblito se llenaba de "sangre nueva" que venía a refrescar la pandilla. Pero por poco más.
Desde que me mudé a Madrid ya no es que no me encante el verano, es que lo detesto. No se puede vivir así, sudao 24 horas al día, o helado y reseco por dentro gracias a los aires acondicionados. (¿Os he dicho que el calor me pone de mal humor y todo me sienta mal?)
No sé qué extraño proceso hace que el asfalto marrrdito irradie más calor que el propio sol. Hombre, la ventaja es que así te haces por los dos lados. Ja.
Sin embargo al tener a Migordi esto ha cambiado un poco. Mi retoño nació en Noviembre, con todo un invierno por delante. La verdad es que el primer año no fue especialmente coñazo, era pequeño y tampoco demandaba exterior salvajemente (eso y que encontramos unos cuantos sitios en los que dar rienda suelta a la energía bebil). Pero este invierno se nos ha hecho infinitamente más largo, mucho, eterno. Por un lado Migordi ya andaba y claro, necesitaba espacio libre para dar rienda suelta a sus nuevas habilidades (de destrucción, básicamente). Y por otro, y este es el motivo más importante para estar hasta el gorro del invierno, las dichosas bronquiolitis, resfriados, etc. Verle respirar mal, o enganchado a los corticoides, mola entre cero y nada. Jartura total.
Así que sí, lo confieso, este invierno he sido una de esas mamis que, hartas de los extras invernales, han gritado alguna vez:
¡Ay, que llegue el verano ya!
Mal. Ahora que tras la primavera los bronquios del peque parecen estar algo mejor y hemos conseguido bajarle los corticoides (este mes ya acabamos con ellos), ahora que le veo estupendo de lo suyo, ahora que eso ha pasado, me doy cuenta del error de mis palabras. No era verano lo que quería. Lo que de verdad quería era:
a) Vacaciones. Esto es a lo que irremediablemente te lleva tu cabeza cuando piensas en verano, ¿verdad? La realidad es otra, y da calor y pereza.
b) Primavera. La adoro. Mencanta. Ir con rebequita o ropa de entretiempo es lo más (no me negaréis que los seres humanos estamos más monos con esta ropa que con las chanclas y el vestido de palmeras).
Así que...
PD: la pura verdad, y esto es amor de madre 100%, prefiero morir de calor pero que Migordi respire bien, que volver a esas toses malignas del invierno.
PD2: Esto que acabo de decir es cierto. Pero también es cierto que tengo derecho a la queja y... ¡me cago en el calor! Lo digo yo y lo dice mi perra, que esta mañana, cuando hemos ido a salir a la calle, según ha puesto un pie fuera se ha dado la vuelta y quería entrar de nuevo en el portal. Sabia ella.
Besos de madre achicharrá viva (o con tos por culpa del aire). ¡Viva el verano!