Espero no aburriros con mi "personal chapa", pero era un post que tenía muuuuchas ganas de escribir, desde antes incluso de abrir el blog. (Quizá este post es más para mi que para vosotros, ¡espero que lo entendáis!)
Corría el año 2013...
14 de Noviembre. 8:00 de la mañana (aprox.) Una hermosa (por volumen) psicóloga embarazada de 35 semanas se dispone a montarse en un tren en Atocha, camino del sur, su hogar antiguo... Así empezó, aunque yo no lo sabía aún, la aventura del nacimiento de Migordi. Aventura que paso a contaros porque sí, porque ¿qué clase de blog de maternidad sería éste si no os contara mi parto?
Antecedente 1: Mimamma llevaba dos meses diciéndome que preparara la bolsa del hospital. "¿Para qué, mamá? Anda ya, si el hospital está al lado de casa, eso lo preparo en cero coma." decía yo.
Estando de 35 semanas, como decía, uno de mis empastes decidió que ya llevaba muchos años ahí y que quería conocer mundo. No me extraña, me lo pusieron con 12 años. No es que me doliera, pero no quería dejarlo pasar: si esperaba a dar a luz iban a ser lo menos dos meses con la muela a la virulé y no era plan. Llamé a mi tío y me dijo que no había ningún problema en arreglarlo estando embarazada, que de hecho cuanto antes mejor para evitar daños en la muela. ¡Me cago en la muela!
Antecedente 2: Mi tío, el hermano de mi madre, es dentista. Desde que tengo uso de razón (y dientes) él ha sido el que me ha apañao la boca (empastes a cascoporro, muelas del juicio fuera... esas cosas). Nunca jamás otro dentista ha tocado mis dientes. Mi tío tiene la consulta en la provincia de Córdoba. Yo vivo en Madrid.
Tracé un sencillo plan: "Me bajo en AVE un día entre semana, me apaña el empaste, veo a mis papis y me vuelvo tan ricamente al día siguiente". Mimaromo se quedaba en Madrid porque curraba, claro.Total, ¿qué podía pasar?
Y así lo hice. Mi mamma me recogió en la estación, fuimos a ver a mi tío y tras el arreglo piñeril fuimos a casa de mis padres. Buena tarde en familia. Cenamos genial (mi padre cocina que te mueres), vimos una peli (creo que Star Trek, fíjate), y nos fuimos a la cama.
Antecedente 1: Mimamma llevaba dos meses diciéndome que preparara la bolsa del hospital. "¿Para qué, mamá? Anda ya, si el hospital está al lado de casa, eso lo preparo en cero coma." decía yo.
Estando de 35 semanas, como decía, uno de mis empastes decidió que ya llevaba muchos años ahí y que quería conocer mundo. No me extraña, me lo pusieron con 12 años. No es que me doliera, pero no quería dejarlo pasar: si esperaba a dar a luz iban a ser lo menos dos meses con la muela a la virulé y no era plan. Llamé a mi tío y me dijo que no había ningún problema en arreglarlo estando embarazada, que de hecho cuanto antes mejor para evitar daños en la muela. ¡Me cago en la muela!
Antecedente 2: Mi tío, el hermano de mi madre, es dentista. Desde que tengo uso de razón (y dientes) él ha sido el que me ha apañao la boca (empastes a cascoporro, muelas del juicio fuera... esas cosas). Nunca jamás otro dentista ha tocado mis dientes. Mi tío tiene la consulta en la provincia de Córdoba. Yo vivo en Madrid.
Tracé un sencillo plan: "Me bajo en AVE un día entre semana, me apaña el empaste, veo a mis papis y me vuelvo tan ricamente al día siguiente". Mimaromo se quedaba en Madrid porque curraba, claro.Total, ¿qué podía pasar?
Y así lo hice. Mi mamma me recogió en la estación, fuimos a ver a mi tío y tras el arreglo piñeril fuimos a casa de mis padres. Buena tarde en familia. Cenamos genial (mi padre cocina que te mueres), vimos una peli (creo que Star Trek, fíjate), y nos fuimos a la cama.
5 de la madrugada: "Me meo", pensé entre sueños. Me levanté de la cama y entonces noté cómo se desbordaban los pantanos de toa Extremadura, como decían los Extremoduro. "No puede ser".
Antecedente 3: las clases de preparación al parto empezaron a finales de Octubre. Esta historia tiene lugar el 14 de Noviembre. Habíamos ido a la presentación, a la primera clase per se -alimentación de la madre-, y a la segunda -gimnasia para tonificar cuerpo y pechos durante el embarazo-. Todo muy útil.
Primer pensamiento simultáneo al chorro de líquido bajando por mis piernas: Es muy pronto, es muy pronto. Pero va a ir bien, ¿verdad?
Segundo pensamiento post charco en el suelo: "Mierda, ¡qué susto se van a llevar mis padres! ¿Cómo se lo digo?"
Tercer pensamiento post "Está pasando. Esto no es pipí": "jajajaja, y Mimaromo en Madrid" (nota: risa de nervios, pero también de risa risa, no lo voy a negar).
Me medio vestí y bajé a la habitación de mis padres. Llamé tímidamente a la puerta. Nadie contestó. Calidad de sueño que tienen los abuelos, oiga. Volví a llamar y escuché un lejano y somnoliento "¿Si?"
Diez minutos después estábamos en el coche camino del hospital (que está a 20 kilómetros de donde viven mis padres). El ambiente era la monda. Miradas perdidas. Comentarios de "calma, va a ir todo bien" en ambas direcciones. "Voy a llamar a Mimaromo", dije. "Espérate a ver qué nos dicen en el hospital, que el pobre va a flipar...". Y nos reíamos los tres de imaginar la cara del susodicho. Pero le llamé. Eran las 5:30 de la madrugada.
Antecedente 5: ese día había huelga en RENFE.
Me ingresaron. Vino una matrona. Me pidió los papeles, analíticas, etc.¡MIERDA, he bajado sin los papeles! Sí, como iba a estar tan poco tiempo no los cogí. ¿Y ahora qué hacemos? Matrona pensando, pre-abuelos pensando, yo pensando... ¡Ya lo tengo!
Tenía cero contracciones. "Si no te pones de parto en 24 horas te lo vamos a tener que provocar". Al final me lo provocaron. No tuve ni una sola contracción en todo ese tiempo. Ni una. Cero. "Pero tranquila, que a tu maromo le da tiempo a llegar. ¿Por dónde va ya?""Por Despeñaperros.""Ah, le da tiempo de sobra".
Mientras Mimaromo se recorría media península flipando, mi madre se fue a su casa a limpiar como una loca (le entró esa necesidad), y mi padre y yo nos quedamos en el hospital flipones también (no nos vamos a poner estupendos), organizando infraestructura. Aprovecho para dar las gracias por la existencia de Internet: en ese rato busqué en las tiendas cercanas -que tenían web- las cosas que íbamos a necesitar, cosas que, una vez en tierras sureñas, mi suegro (amor) fue comprando y llevando a casa de mis padres. Una de esas cosas era ropa para el gordo, de prematuro. Estaba de 35 semanas, y no sabíamos cómo iba a ser el peque. Pero Migordi pesó 2,800, y esa ropa de prematuro nunca la estrenamos.
Mimaromo llegó. Me moría de ganas de verle. Todo lo que quería era que estuviera allí conmigo. Por otro lado, pagaría por ver el viaje que pasaron él y mi suegro (mi suegra se tuvo que quedar en Madrid, la pobre, cómo sufrió): 5 horas en coche cagándose en todo porque no existe el teletransporte.
Inciso: Desde que nos vimos por fin, presas del pavo más absoluto, no paramos de acordarnos del sketch de "El sentido de la vida" (Monty Python) del nacimiento en hospital. ¿Dónde estaba el "aparato que hace PING"? Jajaja Esta broma la hicimos hasta escasos segundos antes de dar a luz -así somos-.
El 16 de Noviembre, a las 21:40, tras llevar desde las 10 de la mañana con gotero, nació el amor de mi vida. (Y como estas cosas son como son, que sepáis que me he puesto a llorar, porque siempre que lo recuerdo me emociono y me pongo muy tontaca. Ea, ya lo he dicho. Supongo que nos pasa a todas.)
Tardé mucho en tener contracciones, mucho, pero una vez que vino la primera todo fue rodado. "¿Quieres epidural?". Llegó la anestesista para ponérmela, mientras dos enfermeras me cambiaban la vía porque hubo un problema y se me había acumulado líquido en el brazo, tenía una pelota... Yo ni me había dado cuenta. "¿Pero no te duele? -me preguntó la enfermera- Chiquilla, entre gritar por todo y tú hay un término medio. Si algo te molesta, o te duele, dilo, mujer."
Terminaron de ponerme la epidural. "Todavía queda, procura relajarte un poco mientras". Y así lo hice. De hecho lo que sucedió fue que... ¡me dormí! Sí, señores, me dormí. Y tan ricamente.
Al despertar la matrona me miró las bajeras. "Aún no estás del todo, pero tranquilos, va muy bien. Cuando notes que tienes ganas de empujar, avisa". Y quise empujar según terminó la frase.
Diez minutos (o menos) después me dijeron que tirara de ÉL, le puse en mi pecho y Mimaromo y yo lloramos y reímos al mismo tiempo: ya éramos tres.
"Qué parto más bonito, ¿verdad?" oí que le decía una matrona a otra.
Eso es todo. Espero que aún sigáis aquí, y que estéis despiertos, jajaja.
Besos de madre con lagrimilla
Antecedente 3: las clases de preparación al parto empezaron a finales de Octubre. Esta historia tiene lugar el 14 de Noviembre. Habíamos ido a la presentación, a la primera clase per se -alimentación de la madre-, y a la segunda -gimnasia para tonificar cuerpo y pechos durante el embarazo-. Todo muy útil.
Primer pensamiento simultáneo al chorro de líquido bajando por mis piernas: Es muy pronto, es muy pronto. Pero va a ir bien, ¿verdad?
Segundo pensamiento post charco en el suelo: "Mierda, ¡qué susto se van a llevar mis padres! ¿Cómo se lo digo?"
Tercer pensamiento post "Está pasando. Esto no es pipí": "jajajaja, y Mimaromo en Madrid" (nota: risa de nervios, pero también de risa risa, no lo voy a negar).
Me medio vestí y bajé a la habitación de mis padres. Llamé tímidamente a la puerta. Nadie contestó. Calidad de sueño que tienen los abuelos, oiga. Volví a llamar y escuché un lejano y somnoliento "¿Si?"
- Papá, mira, que he roto un poco aguas, y vamos a tener que ir al hospital. Pero tranquilos, ¿eh?
- ¿QUÉEEEE?
Diez minutos después estábamos en el coche camino del hospital (que está a 20 kilómetros de donde viven mis padres). El ambiente era la monda. Miradas perdidas. Comentarios de "calma, va a ir todo bien" en ambas direcciones. "Voy a llamar a Mimaromo", dije. "Espérate a ver qué nos dicen en el hospital, que el pobre va a flipar...". Y nos reíamos los tres de imaginar la cara del susodicho. Pero le llamé. Eran las 5:30 de la madrugada.
- Hola, guapo.
- (intento -fallido- de palabra en castellano, algo parecido a un "hola")
- Mira, guapo... que... hoy no vas a ir a trabajar. Que me he puesto un poco de parto, ¿sabes? Pero estoy bien, tú tranquilo.
- ¿Qué? ¿Cómo? ¿Dónde estás? ¿Estás bien? ¿Qué me llevo? ¿Qué necesitas? Voy a coger la maleta marrón que es más grande...
- Vamos camino del hospital, ya estamos llegando. Ve haciendo la maleta y yo te voy contando, ¿ok?
- Sí, claro. A ver, la maleta marrón, pero... ¿qué me llevo? ¡No tenemos de nada!
- Copón, ¡no tenemos de nada!
- Mete los camisones que me regaló tu madre.
Antecedente 5: ese día había huelga en RENFE.
- Cagoentóloquesemenea (no dijo eso, fue más bonito...). Voy a llamar a mis padres, y me bajo con ellos ya.
- Díselo con tranquilidad, que van a flipar.
Me ingresaron. Vino una matrona. Me pidió los papeles, analíticas, etc.¡MIERDA, he bajado sin los papeles! Sí, como iba a estar tan poco tiempo no los cogí. ¿Y ahora qué hacemos? Matrona pensando, pre-abuelos pensando, yo pensando... ¡Ya lo tengo!
- Oye, Mimaromo, mira, en mi mesita está la carpeta de médicos. Sí, esa. ¿Puedes hacerles fotos a los papelitos y mandármelo por whatsapp?
- (Matrona) Dile que haga primero los de la analítica de...
- Mimaromo, que dice que hagas primero de la... Espera, esa analítica la tenía prevista para el lunes que viene.
Tenía cero contracciones. "Si no te pones de parto en 24 horas te lo vamos a tener que provocar". Al final me lo provocaron. No tuve ni una sola contracción en todo ese tiempo. Ni una. Cero. "Pero tranquila, que a tu maromo le da tiempo a llegar. ¿Por dónde va ya?""Por Despeñaperros.""Ah, le da tiempo de sobra".
Mientras Mimaromo se recorría media península flipando, mi madre se fue a su casa a limpiar como una loca (le entró esa necesidad), y mi padre y yo nos quedamos en el hospital flipones también (no nos vamos a poner estupendos), organizando infraestructura. Aprovecho para dar las gracias por la existencia de Internet: en ese rato busqué en las tiendas cercanas -que tenían web- las cosas que íbamos a necesitar, cosas que, una vez en tierras sureñas, mi suegro (amor) fue comprando y llevando a casa de mis padres. Una de esas cosas era ropa para el gordo, de prematuro. Estaba de 35 semanas, y no sabíamos cómo iba a ser el peque. Pero Migordi pesó 2,800, y esa ropa de prematuro nunca la estrenamos.
Mimaromo llegó. Me moría de ganas de verle. Todo lo que quería era que estuviera allí conmigo. Por otro lado, pagaría por ver el viaje que pasaron él y mi suegro (mi suegra se tuvo que quedar en Madrid, la pobre, cómo sufrió): 5 horas en coche cagándose en todo porque no existe el teletransporte.
Inciso: Desde que nos vimos por fin, presas del pavo más absoluto, no paramos de acordarnos del sketch de "El sentido de la vida" (Monty Python) del nacimiento en hospital. ¿Dónde estaba el "aparato que hace PING"? Jajaja Esta broma la hicimos hasta escasos segundos antes de dar a luz -así somos-.
El 16 de Noviembre, a las 21:40, tras llevar desde las 10 de la mañana con gotero, nació el amor de mi vida. (Y como estas cosas son como son, que sepáis que me he puesto a llorar, porque siempre que lo recuerdo me emociono y me pongo muy tontaca. Ea, ya lo he dicho. Supongo que nos pasa a todas.)
Tardé mucho en tener contracciones, mucho, pero una vez que vino la primera todo fue rodado. "¿Quieres epidural?". Llegó la anestesista para ponérmela, mientras dos enfermeras me cambiaban la vía porque hubo un problema y se me había acumulado líquido en el brazo, tenía una pelota... Yo ni me había dado cuenta. "¿Pero no te duele? -me preguntó la enfermera- Chiquilla, entre gritar por todo y tú hay un término medio. Si algo te molesta, o te duele, dilo, mujer."
Terminaron de ponerme la epidural. "Todavía queda, procura relajarte un poco mientras". Y así lo hice. De hecho lo que sucedió fue que... ¡me dormí! Sí, señores, me dormí. Y tan ricamente.
Al despertar la matrona me miró las bajeras. "Aún no estás del todo, pero tranquilos, va muy bien. Cuando notes que tienes ganas de empujar, avisa". Y quise empujar según terminó la frase.
Diez minutos (o menos) después me dijeron que tirara de ÉL, le puse en mi pecho y Mimaromo y yo lloramos y reímos al mismo tiempo: ya éramos tres.
"Qué parto más bonito, ¿verdad?" oí que le decía una matrona a otra.
Sí, fue muy bonito, y muy divertido, y muy loco, y muy peliculero, y muy nosotros, y muy feliz.
Eso es todo. Espero que aún sigáis aquí, y que estéis despiertos, jajaja.
Esta es la historia de cómo tu parto puede no salir como lo planeaste, de que lo que no esperas puede pasar, pero de cómo, aún así, será uno (o dos) de los mejores días de tu vida.
Besos de madre con lagrimilla